Un susto calavérico

Christopher corrió desesperadamente al aula. Éste era un chico rubio, de ojos claros, y un cuerpo algo escuálido. Era descendiente de polacos, de la ola inmigratoria del siglo pasado. Skip, su amigo y compañero de banco, lo cubrió para que la maestra no lo viera.
_¿Por qué llegas tarde? –dijo Skip.
_Me quedé dormido _respondió Christopher.
_No es la primera vez – Volvió a decir Skip.
Skip era un chico de estatura promedio. Éste traía puesto una musculosa de básquet, de su equipo favorito, bajo una campera de jeans. Unos vaqueros, de un talle más que el suyo, y unas zapatillas de marca, un poco desgastadas de jugar tanto al baloncesto.
La profesora Encina, su maestra de biología, una persona de cambios de carácter repentinos (y un poco distraída), aunque muy bien arreglada dijo:
_Bueno niños hoy vamos a estudiar sobre el sistema óseo humano. Pónganse en parejas.-
Christopher y Skip se miraron rápidamente para hacer el trabajo juntos.
_La escuela pedirá prestado un esqueleto a la Facultad de Medicina, que llegará en tres días. Mientras tanto haremos el trabajo escrito –dijo la profesora-
Pasados los tres días el esqueleto llegó a la escuela, que se ubicaba cerca de un pantano. Los niños estaban totalmente excitados, menos Christopher, pero no le dio importancia.
Mientras la maestra estaba explicando sobre el esqueleto, Cris miró fijamente a ese costal de huesos. Lo examinó de pies a cabeza. Pero más que nada la cabeza, ya que la tenía agrietada.
_Skip! – Dijo Christopher- mírale la cabeza, tiene una apertura.
Pero Skip no le prestó atención y siguió escuchando a la profesora.
El niño rubio examinó el huesudo rostro hasta que propinó un tremendo alarido
¡La calavera tenía los ojos rojos!
Esa misma noche pensó en lo que había sucedido en la mañana y se puso a dormir.
Al día siguiente seguía allí, sostenido por unos hierros, que a Cris le parecían feos desde el primer momento.
Sonó el timbre del recreo, el niño siguió escribiendo su trabajo práctico, y sin darse cuenta quedó solo con ese maldito esqueleto. Se levantó de su pupitre y salió corriendo directo a la puerta del salón.
Pero ya era demasiado tarde. La profesora había cerrado con llave la puerta de metal y vidrio. Si rompía el vidrio seguramente lo expulsarían de la escuela, así que no tuvo más remedio que esperar, en compañía de lo que era para él, un esqueleto inmundo.
Pasaron quince, veinte, treinta y hasta cuarenta minutos y no volvían.
_ ¿Por qué no vendrán? – susurró Christopher.
_No volveraaan - dijo la calavera.
Christopher no podía creerlo. No le importaba nada en absoluto, rompió el vidrio, y pasó a través de él. Sin darse cuenta, comenzó a sangrar debido al vidrio que lo cortó.
De repente, notó que el tiempo estaba paralizado. Abrió la puerta del colegio y miró para atrás
¡La calavera lo estaba siguiendo!
Salió corriendo sin destino alguno y llegó al pantano. El temido esqueleto agarró una piedra con sus repugnantes manos y la lanzó.
*El niño rubio se dejó caer por la roca y se abrió paso hacia la laguna. Aunque se había quitado el chaleco de colegio y lo llevaba ahora en la mano, la camisa gris se le pegaba al cuerpo y el pelo se le aplastaba en la frente. Alrededor, la larga cicatriz abierta en la jungla era un baño de vapor. El niño avanzaba pesadamente entre lianas y troncos rotos cuando un pájaro, una aparición roja y amarilla, remontó velozmente con un grito de bruja; y a este grito le respondió otro.*
Cris dio un grito infernal por el abominable pajarraco y cayó nuevamente. Pero esta vez la calavera lo alcanzó, tomó otra piedra para partirle la cabeza pero no pudo. El niño lo esquivó, y con una fuerza descomunal, debido a la liberación de adrenalina, lo tiró al agua.
Pero el esqueleto juró vengarse y echó una maldición sobre el pueblo.

Escrito por Juan Manuel Baroni

*La voz del caracol. El señor de las moscas. (Fragmento)
Autor: Willam Golding.